El cénit tecnológico
Juan Carlos me ha enviado este post sobre un tema que yo mismo hace tiempo quería desarrollar, pero él lo ha hecho con más gracia y elegancia de lo que yo sería capaz. El post que sigue desmiente por la vía de los hechos el mito del progreso en el que vive instalada esta sociedad; un artículo imprescindible, en suma.
Salu2,
AMT
El Cénit Tecnológico
![]() |
Imagen: inventos para mejorar la vida www.cincodias.com |
Un
tema polémico que siempre me ha llamado la atención es la exaltación
del progreso tecnológico a la categoría de tótem protector por una gran
parte de la sociedad moderna post-industrial. A la ciencia se recurre
como vía de salvación contra todos los retos a la que la humanidad se ve
sometida, no solamente para existir, sino para continuar
desarrollándose de forma exponencial. Las convicciones tecno-optimistas
habitualmente se confrontan con visiones del mundo menos ideales. Las
diversas corrientes poseen sus respectivos defensores y detractores.
Considero
totalmente legítimo alinearse con cualquiera de las corrientes que nos
presentan un determinado futuro. No hay inconveniente mientras procedan
del razonamiento individual y no de la propaganda y manipulación de
grupos de interés mediático y económico.
La corriente liderada por el científico Raymond Kurzweil nos
invita a la fe ciega en la ciencia para superar todos los límites del
ser humano. Según este movimiento, las tecnologías de la información y
la inteligencia artificial trascenderán nuestras posibilidades
biológicas de modos inimaginables. Kurzweil publicó el ensayo “La ley de
rendimientos acelerados” para explicar la evolución espectacular del
progreso tecnológico. En esa ley menciona otra ley, la de Moore, que
preconiza el crecimiento exponencial de la complejidad de los circuitos
integrados. Sin embargo recientes estudios ponen en cuestión la manida
ley de Moore por limitaciones físicas en la geometría interna de los microprocesadores y
el alto costo que implica la construcción de nuevas fábricas
especializadas, factores que pueden dejarla sin efecto. Len Jelinek,
director de iSuppli, cree que la regla de oro de los semiconductores
dejará de ser válida en el 2014.
Los
tecno-optimistas proponen que el ser humano está más predispuesto a
captar noticias negativas que positivas debido a un órgano de alerta
alojado en el interior de nuestro cerebro llamado amígdala, el cual nos
impulsa a ser más atentos hacia el peligro y por ese motivo tendemos al
pesimismo. Según ellos, percibimos de forma distorsionada la realidad ya
que nos aguarda un mundo de abundancia donde se resolverán los
problemas de energía, escasez de agua, educación y salud mundial. El
problema de la escasez de agua potable tiene solución con un aparato
potabilizador llamado slingshot, el problema de la energía se
solucionará con placas fotovoltaicas y el problema de salud y educación
global se solventará través de una gran red de miles de millones de
personas conectadas permanentemente a internet con smartphones.
La
corriente de pensamiento que rebate a Raymond Kurzweil proviene del
físico Jonathan Huebner. Este científico argumenta que las tasas de
innovaciones globales que se consideran importantes para los seres
humanos han ido disminuyendo en las últimas décadas, desde 1914, a
través de un análisis de patentes de Estados Unidos. Pretende demostrar
que el ritmo de innovación humana disminuye desde la revolución
industrial y se dirige a un límite de innovación muy baja.
Otra
gráfica en forma de campana de Gauss del mismo autor muestra la
evolución de las innovaciones tecnológicas desde 1453 mostrando el pico
de inventos a mediados del siglo XIX.
Huebner
extrae algunas conclusiones impactantes, por ejemplo, la tasa global de
innovación que se realiza en siete áreas de desarrollos tecnológicos
importantes coincide con el ritmo de innovación del año 1600. Es más
difícil para la población actual desarrollar nuevas tecnologías a pesar
de que existen tasas más altas en educación y una financiación masiva de
I + D. Huebner afirma que nos estamos acercando a edades oscuras, ya
que la tasa de innovación es la misma que en la Edad Media. El físico
norteamericano prevé una colisión inminente con los límites de la
tecnología mientras Theodore Modis, un analista de negocios, cree que el descenso será largo y lento.
En el libro de Tyler Cowen El gran estancamiento
(2011), sostiene que USA ha estado en una meseta económica desde 1973, y
una de las principales razones es la desaceleración de la innovación
tecnológica. Según este prestigioso economista estadounidense, ha
disminuido la producción de nuevos inventos. Sólo se aprecia un
perfeccionamiento tecnológico sobre grandes inventos de años
pretéritos. Internet nos ha traído a todos una mejora en diversión y
entretenimiento, pero no está claro cuál es su aporte al ingreso
agregado. Básicamente, hay un cambio de compras desde el universo off
line al on line, pero esto es sólo un reemplazo. Y no hay un aporte
grande por el lado del empleo. Facebook se maneja con 2.000
programadores, Twitter tiene 300 empleados, en cambio, General Motors
llegó a dar trabajo a 600.000 personas en los Estados Unidos. Charles
Jones, un economista que se dedicó a analizar las estadísticas del
incremento del PBI en distintas épocas, descubrió que un 80% del
crecimiento de los países desarrollados entre 1950 y 1983 se debió a las
nuevas aplicaciones de viejas ideas. Una cocina de los 70 hubiera
maravillado a una persona del 1900, pero si alguien de 1970 viaja al
futuro hasta la actualidad, la cocina le parecería vulgar.
Este
análisis reafirma mi hipótesis de que el notable crecimiento
demográfico mundial no trae consigo de forma proporcional una eclosión
de inventos. Lo que podría ser una ventaja surgida del crecimiento
imparable y acelerado de la población no se traduce en igual magnitud en
aparición de genios, ni de nuevas innovaciones.
Los
grandes inventos y descubrimientos de los siglos XIX y XX siguen
siendo la columna vertebral de la actual civilización: la teoría atómica
(1803), la locomotora (1825), el refrigerador (1834), el teléfono
(1876), la luz eléctrica y bombillas incandescentes (1879), el
automóvil y los motores de combustión(1886), los aviones de hélice
(1890), el cinematógrafo (1894), la estufa eléctrica (1896), la
televisión (1926), la penicilina (1928), el radar (1931), el motor de
turbina (1939), el transistor (1947), el microprocesador (1971) etc. en
todos estos artilugios, únicamente se ha mejorado la tecnología asociada
a ellos. Se perfeccionan pero no hay un salto cualitativo de la
invención humana como ocurrió en los dos siglos anteriores. Los
tecno-optimistas predijeron para el siglo XXI colonias en la Luna y
viajes a Marte y sólo tenemos como novedad redes sociales y juegos de
ordenador en 3D. Una trivialización del avance computacional ya que con
ordenadores menos potentes el hombre conquistó el espacio.
Coincido
con la tesis de Tyler Cowell, aparte de internet, las generaciones
nacidas a partir de la segunda mitad del siglo XX hemos contemplado
pocos inventos que puedan considerarse revolucionarios, la mayoría de
ellos relacionados con las tecnologías de la información. Es fácil
imaginar un mundo de fuerte desarrollo económico con enormes barcos de
transporte, camiones, aviones de carga, de pasajeros, agroindustrias,
grandes máquinas que extraen cuantiosas materias primas, fábricas de
procesamiento etc. al contrario, es difícil concebir un mundo con
crecimiento económico exponencial únicamente con internet,
nanotecnología, nuevos materiales, inteligencia artificial y
biotecnología. Las nuevas tecnologías han prosperado al cobijo de los
grandes descubrimientos e inventos de los siglos XIX y XX. Por tanto son
dependientes y accesorias.
Vivimos
en una civilización que posee una enorme capacidad agrícola e
industrial asegurada básicamente con petróleo, gas y carbón. Es
imposible que puedan evolucionar tecnologías prescindibles para la
supervivencia humana como la nanotecnología si no hay una
infraestructura lo suficientemente robusta que las ampare. Se da por
supuesto que no se resquebrajará la vigente infraestructura que cada
vez devora más energía, proporcionándonos una base de supervivencia
sólida, necesaria y cómoda que permite el desarrollo de nuevas
tecnologías.
Más
crecimiento no significa más bienestar. Lo comprobamos con el
incremento demográfico que en absoluto genera un aluvión de genios, más
bien este crecimiento exponencial nos obliga a gastar cada vez más
recursos en un mundo en el que ya empiezan a ser escasos. La tecnología
no es una religión a la cual debemos dirigir nuestros ruegos y
oraciones. Como en el sector de los combustibles fósiles, la tecnología
también ha tenido un cénit de producción.
Los tecno-optimistas utilizan los avances científicos como coartada perfecta para continuar proyectando el futuro de la singularidad
y aunque reconocen los graves problemas actuales, suelen subestimarlos
debido a la fuerza mística que la tecnología suscita en ellos, pues ven
en la ciencia y la tecnología herramientas invulnerables contra todos
los desafíos que enfrenta el hombre para perpetuar una sociedad compleja.
El tecno-optimismo es una visión utópica del porvenir llevada al
paroxismo con la sublime intención de fusionar al hombre con la máquina
como vía para alcanzar la inmortalidad.
Juan Carlos
Bibliografía
Vídeo de Peter Diamandis
Vídeo Tyler Cowen - The Great Stagnation
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_rendimientos_acelerados#Cr.C3.ADticas
No hay comentarios:
Publicar un comentario