Peak oil, peak copper, peak iron, peak everything

Peak oil, peak copper, peak iron, peak everything 

    Jeremy Grantham, cofundador de una de las mayores gestoras de activos del mundo, sorprendió a propios y extraños cuando recientemente publicó un demoledor informe en el que diseccionaba meticulosamente la situación de los recursos no renovables (y especialmente de la energía).
 
    Este informe, aunque refleja aquello que los movimientos ecologistas han estado denunciando desde hace décadas, es decir, la finitud de nuestro pequeño planeta, no deja de sorprender por venir de una importante persona perteneciente a los círculos del poder económico que tradicionalmente no se han hecho eco de este problema o bien directamente lo han calificado de exageraciones.
 
    La declaración de intenciones es clara desde el principio cuando manifiesta el (evidente para muchos)  principio de que el crecimiento [rápido] no es un derecho que tengamos, es más, es matemáticamente imposible en el largo plazo, y que nuestro objetivo debe ser eliminar la pobreza grave, redistribuyendo la riqueza en caso necesario, y cambiar nuestro paradigma mental para entender que mejor calidad de vida no implica mayor posesión (o consumo) de bienes.
 
    Nada más comenzar el informe, se hace eco de un dato demoledor, que es que en tan solo 8 años se han revertido 100 años de tendencias a la baja en las materias primas, como puede verse en el gráfico.

    Identifica las causas de anteriores perturbaciones en los precios (nunca tan grandes como ahora) y sentencia que lo que vivimos ahora no tiene nada que ver con esos problemas, sino que es un cambio real de tendencia.
 
     Desde mi punto de vista acierta totalmente con la causa de esa caída secular en los precios que se observa, que no es otro que el drástico incremento en la productividad (es decir, avances tecnológicos) que se produjeron a lo largo del siglo pasado, que superaron de largo la tasa de declive de los yacimientos. Y la conclusión lógica es que se trató de un afortunado (para los que lo vivimos) accidente histórico.
 
    Califica de “Monetary Maniacs” a los que culpan de toda esta subida de precios a los bajos tipos de interés mantenidos por los bancos centrales y afirma que si bien los precios en el corto plazo pueden moverse por esta causa, en el largo plazo sólo las fuerzas de la oferta y la demanda pueden modelarlos.
 
   En el siguiente cuadro Grantham analiza la probabilidad de que, en función de datos históricos, la subida de precios que observamos sea debida a una simple burbuja especulativa, y los datos obtenidos indican una probabilidad tan baja de que esa hipótesis sea cierta que es realmente despreciable.
 
    Y razona que si realmente fuera una enorme burbuja especulativa sobre los activos ¿por qué las Bolsas están dentro de la media y la vivienda en unos sitios está cara pero en otros no? Dificil de rebatir, realmente. 
 
    “Estamos en medio de un gigantesco punto de inflexión en la historia económica” es la dramática conclusión.
 
    En un gráfico ejemplo que este informe incluye, podemos ver tanto la imposibilidad del crecimiento económico eterno como la torpeza que tenemos las personas a la hora de captar intuitivamente este problema. Imaginemos que nos encontramos en el antiguo Egipto, en el año 3000 A.C., y que entonces tuviéramos 1m^3 de posesiones, las cuales aumentarían a una tasa que nosotros consideramos normal del 4,5% anual. ¿Cuántas posesiones tendríamos en la época del nacimiento de Cristo? Las personas fallamos estrepitosamente al estimarlo, incluso los expertos preguntados creyeron que la respuesta correcta era muchos órdenes de magnitud más pequeña de lo que es en realidad, es decir, 10^57 m^3, o lo que es lo mismo, una esfera de 1600 años-luz de diámetro, algo tan gigantesco que escapa totalmente a nuestra imaginación. Una persona caminando a un paso normal necesitaría unas 500 veces el tiempo transcurrido desde la formación de la Tierra para cruzar esa esfera de un lado a otro. Hasta ese punto es ridícula la pretensión del crecimiento perpetuo que asumen nuestros máximos líderes.
 
    A continuación Grantham explica el modelo de agotamiento del petróleo que describió, de forma visionaria, el geólogo estadounidense Marion King Hubbert en 1956, y con el que anticipó que el pico del petróleo en los EEUU sucedería sobre 1970 (en realidad sucedió en 1971) y el pico mundial del petróleo sobre 2006. Tras el embargo de octubre de 1973 modificó sus previsiones y retrasó el pico mundial hasta 2016. Aunque realmente nadie sabe con certeza si el peak oil ha sucedido ya o no, es totalmente inevitable que ocurra, y casi con certeza será (o ha sido) dentro de los márgenes previstos por la teoría.
   En los siguientes gráficos se ve cómo a pesar de los esfuerzos, de los avances técnicos y del gran incremento de los costes de extracción, en los  últimos 7 años no ha conseguido incrementarse la producción total de petróleo.También puede verse la decadencia imparable de los hallazgos de nuevos yacimientos.
    
    Un tratamiento estadístico de las series de precios del petróleo en los últimos 135 años muestra, además de la extrema volatilidad de los precios, cómo éstos se movieron en el entorno de los 16$ entre 1875 y 1973, para a continuación moverse sobre los 40$ y a partir de 2003 tal vez sobre los 75$. Lo que resulta innegable es la tendencia al aumento y, desde mi punto de vista mucho más grave, aunque esto Grantham no lo dice, el acortamiento de los ciclos, que es precisamente lo que deberíamos esperar de una tendencia exponencial.
   El autor insiste en que el mercado del petróleo no se está comportando como el típico mercado alcista, en que los inversores insisten una y otra vez en las razones fundamentales que existen para los nuevos precios, en su afán por justificarlos y sostenerlo, sino que se comporta justo del modo contrario, con los inversores insistiendo en que está sobrevalorado y que pronto bajará. Una razón más para creer que realmente los precios están altos por razones sólidas.
 
   
    A continuación el informe analiza otras materias primas, empezando por los metales. Se echa un poco de menos que profundice en la gravedad del problema del “precipicio energético”, aunque sí que reseña el dato de que para un 50% de caída en la concentración de las menas de cobre hace falta de “2 a 4 veces más energía”.
   Además de este problema de empobrecimiento de las menas, nos habla del brutal encarecimiento de los metales que, como en el caso del hierro, en sólo 8 años ha excedido ampliamente el abaratamiento de los anteriores 100 años.

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   Después Grantham toca el grave problema de los precios de los alimentos, y en unos pocos gráficos demoledores que se ven a continuación muestra el contínuo declinar de las tasas de incremento de la productividad agrícola y los espectaculares aumentos en los insumos de fertilizantes, agua y (aunque esto último no lo menciona) pesticidas. Estos incrementos en el uso de insumos requiere el uso de recursos no renovables, incluido el propio petróleo, que también se están agotando rápidamente.
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   El informe refleja también las presiones que sufren los precios por el incremento en la producción de carne y por el absurdo proceso (cuya energía neta probablemente sea negativa) de producir combustible a partir de maíz. Desmonta las tesis de los que defienden que los alimentos están sufriendo una prolongada burbuja especulativa argumentando que la manipulación de esos mercados está más allá de las posibilidades de los especuladores, y muestra el paradójico efecto que tiene la especulación en futuros de alimentos de Goldman Sachs y otros bancos de inversión, que en lugar de aumentar los precios para pagos al contado, los bajan al disminuir el riesgo para los agricultores.  
 
  A continuación aborda el problema del cambio climático debido al aumento de gases invernadero y califica las evidencias de aplastantes, y expresa su preocupación por cómo la inestabilidad del clima repercutirá en el suministro de alimentos. También desmonta las tesis de aquellos que lo achacan al mal tiempo en ciertas partes del mundo. 
  Tiene en cuenta posibles factores coyunturales que podrían hacer caer los precios de las materias primas, sobre todo el posible pinchazo de la economía china (cuya probabilidad estima para el próximo año en un 25%), o que el buen tiempo haga que tengamos una cosecha extraordinariamente buena, lo que haría que los inversores se retiraran durante un tiempo de estos productos, por las elevadas pérdidas sufridas, por segunda vez, en sólo tres años.
  Por último, hace unas reflexiones sobre las implicaciones de este cambio de paradigma, como son el aumento de valor de las tierras agrícolas y de los recursos en general, y hace hincapié en un hecho trascendental, y es que lo que está ocurriendo ahora no tiene nada que ver con la crisis del 73 o del 79, ya que entonces el valor real que petróleo aportaba a la economía mundial seguía siendo el mismo, a pesar de las subidas de precios, mientras que ahora no, ya que las inversiones tendrán que desviarse de forma cada vez mayor y menos productiva hacia los recursos naturales.
  En el análisis de la posición de los EEUU en este panorama, identifica, de forma estremecedora dos puntos clave: mucha tierra cultivable y mucha agua. Algo, que si lo pensamos bien, es brutal para los que piensan en claves hipertecnológicas y de desmaterialización del PIB.
 
  Otras ventajas que identifica son la abundancia en carbón y la relativa abundancia en gas y petróleo y el ser, paradójicamente, la sociedad que más recursos desperdicia, ya que ello da mucho más margen para un ajuste perdiendo menos, a nivel cualitativo. Opina que con mejoras en la eficiencia energética los EEUU podrían incluso mantener un crecimiento en los próximos 20 años en el entorno del 1.5 al 2%, identificando una tendencia a la caída en el uso de la energía del 1,5% anual. También resulta obvio, aunque implícito, que las perspectivas a partir de entonces serán cada vez peores.
 
  Para el resto de países es mucho menos optimista, aunque opina que los más eficientes a nivel energético, como Japón, se verán más favorecidos. Los que tengan menos recursos y sean más pobres serán, trágicamente, los peor parados.
 
    Y asesta un último y terrible golpe a la teoría de la ventaja comparativa de Ricardo, piedra angular de la globalización, argumentando que si bien en un mundo de recursos abundantes la globalización es un juego sólo con ganadores, en este nuevo escenario se transforma en un amargo juego con ganadores y perdedores, siendo los perdedores los más débiles.
  En conclusión, el informe de Jeremy Grantham, aunque duro, no deja de mostrar datos conocidos por muchas personas fuera de los círculos oficiales, y para los que estamos de acuerdo con sus conclusiones es al fin y al cabo una buena noticia, ya que implica que las personas influyentes cada vez están más cerca de asumir el cambio que ya tenemos encima, por lo que las posibilidades de una transición lo más ordenada posible mejoran.
 
   Para España, malas noticias. Somos un país pobre en recursos, muy endeudado y poco productivo, lo que nos sitúa en muy mal lugar. Si a eso le añadimos el gran problema político que padecemos, y las más que evidentes carencias democráticas, el panorama ciertamente es sombrío. Pero está en manos de los ciudadanos españoles el presionar para que las cosas puedan cambiar. Esperemos que así sea.
 
Juan Carlos Barba.

El cénit tecnológico

[Norbaitek teknologia eta aurkikuntzek ez zeukala peak edo gailurrik pentsatzen bazuen hona hemen bere deskuidoaren berri Crash Oil webgunetik hartutako duela 4 urte eskaseko testua]

El cénit tecnológico
Queridos lectores,

Juan Carlos me ha enviado este post sobre un tema que yo mismo hace tiempo quería desarrollar, pero él lo ha hecho con más gracia y elegancia de lo que yo sería capaz. El post que sigue desmiente por la vía de los hechos el mito del progreso en el que vive instalada esta sociedad; un artículo imprescindible, en suma.

Salu2,
AMT

El Cénit Tecnológico

Imagen: inventos para mejorar la vida  www.cincodias.com




Un tema polémico que siempre me ha llamado la atención es la exaltación del progreso tecnológico  a la categoría de tótem protector por una gran parte de  la sociedad moderna post-industrial. A la ciencia se recurre como vía de salvación contra todos los retos a la que la humanidad se ve sometida, no solamente para existir, sino para continuar desarrollándose de forma exponencial.  Las convicciones tecno-optimistas habitualmente se confrontan con visiones del mundo menos ideales. Las diversas corrientes poseen sus respectivos defensores y detractores.
Considero totalmente legítimo alinearse con cualquiera de las corrientes que nos presentan un determinado futuro. No hay inconveniente mientras procedan del razonamiento individual y no de la propaganda y  manipulación  de grupos de interés mediático y económico.
La corriente liderada por el científico Raymond Kurzweil  nos invita a la fe ciega en la ciencia para superar todos los límites del ser humano. Según este movimiento, las tecnologías de la información y la inteligencia artificial trascenderán nuestras posibilidades biológicas de modos inimaginables. Kurzweil publicó el ensayo “La ley de rendimientos acelerados” para explicar la evolución espectacular del  progreso tecnológico. En esa ley menciona otra ley, la de Moore, que preconiza el crecimiento exponencial de la complejidad de los circuitos integrados. Sin embargo recientes estudios ponen en cuestión la manida ley de Moore por limitaciones físicas en la geometría interna de los microprocesadores  y el alto costo que implica la construcción de nuevas fábricas especializadas, factores que pueden dejarla sin efecto.  Len Jelinek, director de iSuppli, cree que la regla de oro de los semiconductores dejará de ser válida en el 2014.
Los tecno-optimistas proponen que el ser humano está más predispuesto a captar noticias negativas que positivas debido a un órgano de alerta alojado en el interior de nuestro cerebro llamado amígdala, el cual nos impulsa a ser más atentos hacia el peligro y por ese motivo tendemos al pesimismo. Según ellos, percibimos de forma distorsionada la realidad ya que nos aguarda un mundo de abundancia donde se resolverán los problemas de energía, escasez de agua, educación y salud mundial. El problema de la escasez de agua potable tiene solución con un aparato potabilizador llamado slingshot, el problema de la energía se solucionará con placas fotovoltaicas y el problema de salud y educación global se solventará través de una gran red de miles de millones de personas conectadas permanentemente a internet con smartphones. 

La corriente de pensamiento que rebate a Raymond Kurzweil proviene del físico Jonathan Huebner. Este científico argumenta que las tasas de innovaciones globales que se consideran importantes para los seres humanos han ido disminuyendo en las últimas décadas, desde 1914, a través de un análisis de patentes de Estados Unidos.  Pretende demostrar que el ritmo de innovación  humana disminuye desde la revolución industrial y se dirige a un límite de innovación muy baja.



Otra gráfica en forma de campana de Gauss del mismo autor muestra la evolución de las innovaciones tecnológicas desde 1453 mostrando el pico  de inventos a mediados del siglo XIX.




Huebner extrae algunas conclusiones impactantes, por ejemplo, la tasa global de innovación que se realiza en siete áreas de desarrollos tecnológicos importantes coincide con el ritmo de innovación del  año 1600. Es más difícil para la población actual desarrollar nuevas tecnologías a pesar de que existen tasas más altas en educación y una financiación masiva de I + D. Huebner afirma que  nos estamos acercando a edades oscuras, ya que la tasa de innovación es la misma que en la Edad Media. El físico norteamericano  prevé una colisión inminente con los límites de la tecnología mientras Theodore Modis, un analista de negocios, cree que el descenso será largo y lento.
En el libro de Tyler Cowen El gran estancamiento (2011), sostiene que USA ha estado en una meseta económica desde 1973, y una de las principales razones es la desaceleración de la innovación tecnológica. Según este prestigioso economista estadounidense, ha disminuido la producción de nuevos inventos. Sólo se aprecia un perfeccionamiento tecnológico sobre  grandes inventos de años pretéritos. Internet nos ha traído a todos una mejora en diversión y entretenimiento, pero no está claro cuál es su aporte al ingreso agregado. Básicamente, hay un cambio de compras desde el universo off line al on line, pero esto es sólo un reemplazo. Y no hay un aporte grande por el lado del empleo. Facebook se maneja con 2.000 programadores, Twitter tiene 300 empleados, en cambio, General Motors llegó a dar trabajo a 600.000 personas en los Estados Unidos. Charles Jones, un economista que se dedicó a analizar las estadísticas del incremento del  PBI en distintas épocas, descubrió que un 80% del crecimiento de los países desarrollados entre 1950 y 1983 se debió a las nuevas aplicaciones de viejas ideas. Una cocina de los 70 hubiera maravillado a una persona del 1900, pero si alguien de 1970 viaja al futuro hasta la actualidad, la cocina le parecería vulgar.
Este análisis reafirma mi hipótesis  de que el notable crecimiento demográfico mundial no trae consigo de forma proporcional una eclosión de inventos. Lo que podría ser una ventaja surgida del crecimiento imparable y acelerado de la población no se traduce en igual magnitud en aparición de genios, ni de nuevas innovaciones.
Los grandes inventos y descubrimientos de los siglos XIX y XX siguen siendo la columna vertebral de la actual civilización: la teoría atómica (1803), la locomotora (1825), el refrigerador (1834), el teléfono (1876), la luz eléctrica y  bombillas incandescentes (1879), el automóvil y los motores de combustión(1886), los aviones de hélice (1890), el cinematógrafo (1894), la estufa eléctrica (1896), la televisión (1926), la penicilina (1928), el radar (1931), el motor de turbina (1939), el transistor (1947), el microprocesador (1971) etc. en todos estos artilugios, únicamente se ha mejorado la tecnología asociada a ellos. Se perfeccionan pero no hay un salto cualitativo de la invención humana como ocurrió en los dos siglos anteriores. Los tecno-optimistas predijeron para el siglo XXI colonias en la Luna y viajes a Marte y sólo tenemos como novedad  redes sociales y juegos de ordenador en 3D. Una trivialización del avance computacional ya que con ordenadores menos potentes el hombre conquistó el espacio.
Coincido con la tesis de Tyler Cowell, aparte de internet, las generaciones nacidas a partir de la segunda mitad del siglo XX hemos contemplado pocos inventos que puedan considerarse revolucionarios, la mayoría de ellos relacionados con las tecnologías de la información. Es fácil imaginar un mundo de fuerte desarrollo económico con enormes barcos de transporte, camiones, aviones de carga, de pasajeros, agroindustrias, grandes máquinas que extraen cuantiosas materias primas, fábricas de procesamiento etc. al contrario, es difícil concebir un mundo con crecimiento económico exponencial únicamente  con internet, nanotecnología, nuevos materiales, inteligencia artificial y biotecnología. Las nuevas tecnologías  han prosperado al cobijo de  los grandes descubrimientos e inventos de los siglos XIX y XX. Por tanto son dependientes y accesorias.
Vivimos en una civilización que posee una enorme capacidad agrícola e industrial asegurada básicamente  con petróleo, gas y carbón. Es imposible que puedan evolucionar tecnologías prescindibles para la supervivencia humana como la nanotecnología si no hay una infraestructura lo suficientemente robusta que las ampare. Se da por supuesto que no se resquebrajará la vigente  infraestructura que cada vez devora más energía, proporcionándonos una base de supervivencia sólida, necesaria y cómoda que permite el desarrollo de nuevas tecnologías.
Más crecimiento no significa más bienestar. Lo comprobamos con el incremento demográfico que en absoluto genera un aluvión de genios, más bien este crecimiento exponencial nos obliga a gastar cada vez más recursos  en un mundo en el que ya empiezan a ser escasos. La tecnología no es una religión a la cual debemos dirigir nuestros ruegos y oraciones. Como en el sector de los combustibles fósiles, la tecnología también ha tenido un cénit de producción.
Los tecno-optimistas utilizan los avances científicos como coartada perfecta para continuar proyectando el futuro de la singularidad  y aunque reconocen los graves problemas actuales, suelen subestimarlos debido a la fuerza mística que la tecnología suscita en ellos, pues ven en la ciencia y la tecnología  herramientas invulnerables contra todos los desafíos que enfrenta el hombre para perpetuar una sociedad compleja. El tecno-optimismo es una visión utópica del porvenir llevada al paroxismo con  la sublime intención de fusionar al hombre con la máquina como vía para alcanzar la inmortalidad.
Juan Carlos

 

Bibliografía
Vídeo de Peter Diamandis
Vídeo  Tyler Cowen - The Great Stagnation
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_rendimientos_acelerados#Cr.C3.ADticas